Siempre he sentido envidia de la
gente que puede arreglárselas durmiendo seis horas. Yo prefiero ocho, a
veces más. Puedo funcionar con seis, pero después de unos días mi
cerebro estará muy por debajo de su capacidad total.
La cantidad
de horas que dormimos nos afecta a todos. El exceso de sueño nos deja
aturdidos y desorientados. Dormimos demasiado poco y nuestro estado de
ánimo y concentración sufren y también aumenta el riesgo de diabetes,
obesidad e hipertensión arterial.
Por tanto, el sueño es importante para nuestra salud; sino dormimos, morimos.
La ausencia o alteración del sueño en los niños
provoca efectos adversos significativos. La privación o la mala calidad del
sueño en el niño repercuten en el rendimiento escolar y en el estado de humor y
la alteración crónica puede tener también repercusiones físicas, especialmente
fallo de medro (velocidad de crecimiento muy baja, tanto en peso como en talla,
por debajo de los percentiles 3 ó 5 para la edad).
Posteriormente estos niños presentarán
trastornos de
aprendizaje, fallo en el crecimiento, disminución en
la capacidad para trabajar y un mayor riesgo de accidentes. Los patrones de
sueño están influidos por condiciones y eventos externos. Establecer y mantener
una buena “higiene de sueño” es el primer paso para resolver el problema de
sueño de un niño.
No obstante, los niños de por sí no suelen tener problemas de sueño. Es más, ellos pasan su gran parte del día en este estado. Es una de sus necesidades básicas y su cuerpo lo experimenta para que su organismo funcione correctamente.
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